NO HAY EDAD PARA PODER CAMBIAR

NO HAY EDAD PARA PODER CAMBIAR

 “Nunca eres demasiado viejo para marcarte otra meta o tener un nuevo sueño”. C.S. Lewis (escritor británico, autor de la saga Las Crónicas de Narnia.)

Cuando leí esta frase, se me activó un interruptor en mi interior… ¡Era el momento para marcarme una meta! ¡No era tarde para cumplir un sueño!

Pasaba por una época en la que estaba inmersa y perdida entre mis pensamientos confusos y mi jaleo emocional. Me preguntaba qué podía hacer para mejorar mi situación personal y profesional.  Ya tenía una edad en que nadie iba a contar conmigo para contratarme y mi situación personal había cambiado sin yo esperarlo, ni elegirlo.  Con el agravante del miedo que me invadía porque no quería equivocarme en la elección del camino a seguir. ¡Estaba en un sinvivir!

Lo primero que me planteé fue ¿Y si fuera capaz de marcarme una meta que tuviera que ver con alguno de mis sueños?  Busqué entre las situaciones que en mi vida se han repetido y me hacían sentir bien. Algo que aunque no me pagaran haría sin pensarlo dos veces… No es fácil, pero ayudada de paciencia y de dar el coñazo a mis amigos… ¡vuolá!, descubrí que me encanta ayudar a las personas y que siempre he sido “parada obligatoria” de los que teniendo un problema quieren que los ayuden a  reflexionar y ser escuchados sin juicios. Así descubrí mi motivación, de lo que te hablaré más adelante en otro post.

No te creas que fue sencillo.  Todavía me quedaba camino que transitar, lidiando con mis miedos e inseguridades. Porque mi Virginia perfeccionista- siii, comparto vida con muchas Virginias y no es que esté loca, bueno…, un poco sí, para qué engañarnos- esa que cuando voy a salir de lo estipulado se acojona y no hace más que darme el coñazo. Me volvía loca de la cabeza, día y noche, para que no saliera de mi zona conocida, para que no se me ocurriera moverme de donde estoy cómoda.  Para que no me buscara más problemas que los que ya tenía.

No me quedó otra que empezar a hablar con ella y tranquilizarla, reconocerle su labor en otros momentos y circunstancias.  Sopesar pros y contras y convencerla de que no teníamos nada que perder.

Así fue como me puse a investigar y tropecé con un artículo donde explicaban lo que era ser un coach.  Me llamó la atención el que se parecía mucho a lo que yo había reconocido como mi motivación.  Y fue un amigo el que me dijo “será estudiar y titularte en lo que llevas haciendo muchos años.” Me da que este fue el pistoletazo de salida.

Busqué escuelas para informarme. Al decidirme por una de ellas, veo en RRSS una foto de una vieja amiga y lo tomé como una señal. Ante la duda -porque ahí seguía mi parte perfeccionista con el pico pala, pico pala-, me intenté poner en contacto con ella, por privado de Facebook y le pedí referencias de la escuela.  La respuesta la obtuve después de haber empezado mis clases en la escuela mencionada. Y llámame loca, pero me decidí realmente a hacerlo, porque soñé (y yo jamás me acuerdo de lo que sueño, a excepción que tenga relevancia para mi vida) que me veía ejerciendo como coach. Si, también tengo otra Virginia, viviendo conmigo, que es la que me ayuda a hacerle caso a mi intuición.

¡Y aquí estoy! Sigo teniendo inseguridades, pero son disipadas, disueltas o borradas por mi motivación.

Gracias a C. S. Lewis me di cuenta que no era demasiado vieja para tener otro sueño y marcarme nuevas metas.